Mientras caminábamos, un poco aturdidos por la incursión catastrófica de las dudas en nuestras mentes, que como una plaga arrasaba con los frutos de la esperanza, nos preguntamos ¿Quiénes eran los que llenaban las calles hace unas semanas? ¿Quiénes somos nosotros ahora? Es que es inevitable pensar en si todo esto fue una ilusión, fue un error o si hemos estado cediendo terreno a los colonizadores de la mente. Es necesario mirarse al espejo y darse cuenta de que la cara no te cambió tanto desde aquel día que gritabas “Vamos Compañero, hay que ponerle un poco más de empeño!”, entonces… ¿Quiénes éramos? ¿Qué queríamos? Cuando desde todo el mundo nos miraban con admiración, decían que “los estudiantes chilenos dan lecciones de democracia en las calles”, y desde acá ¿como nos consideramos?, ¿estamos dispuestos a dejar que la perversidad, con el agobio y la rutina como armas, y la comodidad y pseudoestabilidad como carnada, sigan poniendo la bandera del egoísmo y la apatía en los territorios de nuestras almas y mentes? Es hora de retomar las fuerzas, de ver hacia el lado y sentir que no estamos solos, darse cuenta de que pintar el nuevo paisaje en el cual se quiere vivir, necesita de todos los colores, que somos nosotros mismos, sin la unión sinérgica de nuestra diversidad multicolor, jamás superaremos a este mundo de grises estandarizados. Es hora de hacer carne la poesía, es tiempo, de comenzar a liberar, lograr la independencia de nuestras mentes para explotar nuestra capacidad creativa y comenzar a vivir como queremos vivir, juntos y bien felices.
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