Quienes somos parte del movimiento social por la educación hablamos de educación gratuita y para todos en nuestras demandas, algo que para muchos no es lógico, aludiendo a frases como "los pobres no pueden pagar la educación de los ricos" y "le entregan a los ricos los recursos y espacios de los pobres". Entonces surge la duda: ¿Por qué queremos educación pública y gratuita para todos?
Somos parte de una generación que cree en lograr la libertad verdadera, que siempre fue cuestionada por "estar ni ahí", acusados de irresponsables por no votar en las elecciones, se nos dijo que no nos interesaba la política ni lo que pasaba en el país, que solo nos importaba "carretiar" y "wear". Pero lo que ocurre en verdad es que no nos interesa esa política de traiciones, mentiras y coimas, ese sistema político que engaña a la gente diciendo que su voto importa, somos gente que no nos interesa los temas de adultos porque solo hablan de obediencia y miedo, donde el soñar es prácticamente un delito y crear es una locura; "se realista" era la clave para frustrar todo intento de cambio.
Entender esto es importante, ya que esta constante negación y frustración nos ha hecho crecer en un constante cuestionamiento hacia la realidad y la "normalidad", pues como "bichos raros" de esta sociedad intentamos adecuarnos a ella, pero no pudimos porque nuestras ideas y acciones atentan su normal funcionamiento, por lo que nos dimos a la tarea de cambiarla para que fuera justa, democrática, solidaria y, lo más importante, inclusiva, para que los próximos bichos raros, que cada día son más en este sistema de mierda, no sufrieran todo lo que sufrimos.
Es por esto que nuestra petición de gratuidad no diferencia entre ricos y pobres, tampoco entre los que tienen o no tienen, no se fija en apellidos, pigmentación de piel o idioma. Creemos que cada uno de nosotros aporta a mejorar la visión de mundo del otro, que los ricos deben aprender de los pobres en la convivencia, como los pobres deben compartir con los ricos desde la cotidianeidad en igualdad, donde todos están al mismo nivel y no hay diferencias económicas o de poder, sin miedo a saber que el otro tiene más o menos que nosotros, sin eufemismo como “vulnerables”, “desfavorecidos”, “necesitados” y tantas otras formas con las que hemos intentando mentirnos para no asumir las responsabilidades de esta sociedad discriminatoria. Es necesario que dejemos de conocer otras realidades a través de imágenes o acciones sociales de un día como si fuera la visita a un zoológico adentrarse en la vida de una comunidad, siempre protegidos sin arriesgarse a conocer, como si con eso pudiéramos conocer las opiniones, sensaciones y sentimientos del otro.
No existe mejor forma de conocer al otro que compartir, entrar en una relación de confianza con el otro para derribar prejuicios y sesgos en la sociedad. Cuando uno desconoce la realidad del otro tiende a negarla, y en esa ignorancia que se crea va generando prejuicios injustificados, solo basta recordar cuantas veces hemos escuchado un “no creía en esto hasta que lo conocí”, “no aportaba a la telet*n hasta que me ocurrió un accidente” y así miles de ejemplos más.
En un sistema donde se nos dice que hay que encontrar la solución más rápida y menos comprometida a los problemas es fácil reaccionar como lo hacen aquellos que dicen “con esto los pobres van a financiar la educación de los más ricos”, pero esto es tan falso como quienes lo dicen, pues los recursos salen del estado al cual le entregamos nuestro dinero, creyendo en una sociedad altruista que financia un estado encargado de resguardar el bienestar de la sociedad en su conjunto. Por lo tanto, la educación gratuita que pedimos no la pagan ni ricos ni pobres, la paga el estado, que ha recibido aporte de ricos, pobres, trabajadores y empresas.
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